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Para hablarte de coaching, se me hace imposible no hablarte de una parte de la historia de mi vida, así que es necesario abordar y compartirte espacios de transformación muy profundos que tuve en mi ser y en mi manera de percibir el mundo.
Desde que era niña había algo en mí que siento que me hacía diferente a los demás niños… no era la alegría ni la extroversión, al contrario, era mi sensibilidad y mi forma de compartirla. Sensibilidad que expresaba a través de escritos que yo llamaba poesía. Me encantaba escribir poemas a cada miembro de mi familia en donde transmitía todo mi amor por ellos, era mi mejor manera para comunicar mis sentimientos. Fue algo que nadie me enseñó, es una parte viva y real de mi esencia, que dejaba fluir sin ningún tipo de limitación.
Pero a medida que fui creciendo, fui aprendiendo como una verdad las creencias culturales, del entorno y de la sociedad, y me fui limitando respecto a lo que podía compartir por temor a la burla y al rechazo, y pensé que hacer lo correcto era cumplir con el estándar de una hija, hermana, nieta, sobrina, novia, amiga y estudiante excelente, la mejor en todo, la mejor de la clase, para ser una profesional exitosa, con un empleo perfecto que me brindaba la estabilidad económica para sobrevivir y poder retribuir a mi familia por todo lo bueno que hicieron por mí y por gran su amor.
Así fue como me tracé un estándar muy elevado de lo que debía ser, un estándar de perfección que cada día era más alto, con menos tolerancia al error y con la constante búsqueda de aprobación externa. Y en ese sentido no había manera de sentirme suficiente, pues siempre había algo que podía haber hecho mejor.
Al cumplir los 20 años, ingresé a trabajar en una excelente empresa mientras estudiaba mi carrera, pero había algo en mí que sentía que me estaba fallando a mí misma, que aunque estaba cumpliendo con todo lo que se supone me había trazado desde niña, no me estaba haciendo feliz. Así que a los 24 años, tomé la decisión de realizar un viaje al exterior para hacer una maestría y en ese proceso, que yo realmente siento que fue un viaje a mi interior, conecté con una parte de esa niña que había dejado en el olvido, comencé un camino de amor propio. Un año después, a mi regreso, toqué fondo y decidí emprender un camino de sanación y empoderamiento de mi vida. No sabía cómo pero sentía una total claridad respecto a que realmente necesitaba un cambio profundo que no dependía de algo externo.
Así fue como a través de múltiples caminos, conocí el coaching, contacté a una psicóloga y coach que me acompañó alrededor de 2 años en todo mi proceso de sanación, nuestras sesiones estaban llenas de aceptación, compasión, había una completa validación y un acompañamiento que no puedo describir totalmente en palabras pero que era justo lo que yo necesitaba para perdonarme, soltar la culpa que sentía hacia mí misma, apreciar los aprendizajes en medio del dolor y darme cuenta que había estado viviendo la vida desde un rol de víctima que no me permitía hacerme cargo para generar cambios. En ese momento descubrí que yo era la responsable de mis decisiones y de mi realidad, y que yo tenía el poder de transformarme para sentir bienestar, amor y confianza en mí.
Esa transformación profunda me llevó también a darme cuenta que era algo que quería compartir con otras personas y que mi experiencia, mi sensibilidad y mi forma de comunicar, eran herramientas que me permitían entrar en espacios de conexión con los demás para acompañarlos en su camino de conexión consigo mismos.
Así fue como decidí certificarme como Coach Ontológico y comencé a buscar con qué escuela acreditada realizaría mi formación. Esta decisión fue diferente a todas las demás, no decidí basada en lo que los demás esperaban de mí, no decidí basada en lo que la sociedad dice que es lo mejor en el mercado, no decidí esperando que los demás lo aprobaran. Tomé la decisión con el corazón y elegí una escuela que apenas estaba iniciando en la ciudad, que cumplía con todos los estándares a nivel de competencias y es acreditada por el ICF (Federación de Coaching Internacional), pero que aunque no tenía los años de experiencia como otras, tenía algo que me movió profundamente, y era su entrega total, se lograba percibir el amor que le ponían a cada detalle, generando un contexto de enseñanza con responsabilidad y con devoción.
De mi experiencia durante la formación, voy a compartirte un momento que fue totalmente mágico. No hay otras palabras para describirlo, fue magia pura…
Nos encontrábamos en una inmersión de un fin de semana en Villa de Leyva, y yo me encontraba con una profunda tristeza, estaba en un estado depresivo, llevaba ya algunos días sintiéndome así, antes del viaje había sido operada de apendicitis, y en mi corazón yo sé que fue producto de mi desequilibrio en ese momento, porque no supe manejar el estrés que estaba viviendo en ese momento a nivel laboral, así que estaba muy triste. Desde ese lugar, no lograba conectarme con ese presente, no valoraba y apreciaba lo que ocurría a mi alrededor, externamente me veía normal pero internamente estaba pasando por un vacío emocional.
En una de las actividades, nos encontrábamos en un salón con un gran ventanal y una puerta hacia un campo verde y recuerdo que había un pavo real en ese momento, estaba al fondo, recostado y de espaldas. Las personas lo miraban y decían: Qué hermoso, y yo en mi tristeza ni presté atención, ahora noto que estaba como este pavo real, cabizbaja sin el deseo de ver más allá ni apreciar lo que ocurría a mi alrededor. Posterior a esto, estábamos en grupos de tres personas, realizando una práctica de coaching y uno de los coach mentores se acercó a mi grupo, yo era la consultante o coachee en esa práctica y yo había colocado el tema de cómo trabajar la dualidad entre ser extrovertida que era lo que yo pensaba que esperaban los demás de mí o aceptar quien soy con mi introversión así eso implicara la posibilidad del rechazo. Así que él me pidió permiso para abordar mi caso delante de todo el grupo, a lo que accedí y luego cuando todos estaban en círculo en sus sillas, me puso detrás de un tablero, y me dijo: Voy a hablar con ellos y te aviso el momento en que debes salir. Yo me quedé esperando, no tenía idea de lo que yo iba a hacer, pero pasó el tiempo, el salón estaba en silencio y él no me daba aviso para salir de detrás del tablero. Así que pensé muchísimas cosas, mi mente se disparó a mil, mis pensamientos eran del tipo: No puede ser, no me a avisar, me toca tomar la decisión a mí, y si salgo qué voy a decir, no voy a salir, prefiero quedarme aquí y que nadie me vea, y si se ríen de mí… Mientras eso pasaba él se me acercó y me susurró: Te das cuenta que esperas que te digan qué hacer.
En ese momento, mis ojos se encharcaron, mi di cuenta que estaba esperando que mi vida se resolviera con lo que otros me dijeran, que yo estaba buscando afuera las respuestas que debía hallar en mí, que nadie más que yo podía escuchar mi corazón y permitirme simplemente ser yo misma, con tristeza, con vulnerabilidad, con falta de claridad, con sensibilidad, con amor, con empatía, ser yo misma con el paquete completo de quien soy, perfectamente imperfecta. Y en ese momento le dije a mi coach: Tienes razón y ya sé que hacer, yo me encargo.
Así que salí de la cueva en la que me había metido, me llené de coraje y valentía para salir detrás del tablero y mostrarme frente a todos totalmente vulnerable y humana, siendo yo misma. Les compartí el mar de emociones que estaba sintiendo, mis confusiones, mi tristeza, el motivo de mi introversión, abrí mi corazón y les dije que así estuviera así en ese momento, también estaba conectada con cada uno de ellos y que aprendía de cada uno de ellos de una manera profunda por lo que sentía una inmensa gratitud. Comencé a pasar al frente de cada uno, a llamarlos por su nombre y a decirles específicamente lo que cada uno me enseñaba y transmitía, fue una conexión tan profunda, estaba completamente rendida al presente, a ese momento, no pensaba si lo que decía iba a ser juzgado, me permití sólo ser yo misma.
Cuando llegué a la mitad de las personas, una coach mentora me detuvo y me pidió mirar el pavo real, me dijo: tú eres como ese pavo real, obsérvalo, es hermoso, permítete brillar.
En ese instante, mi mente no era capaz de interpretar nada, ni de emitir algún juicio ni de procesar información, me encontraba totalmente rendida al momento y abierta a ese instante. Luego, continué con la otra mitad de personas y fue una entrega y conexión completa con cada uno de los que estaban presentes.
Cuando terminé, pensé que ya era todo, sentí una sanación muy profunda en mí pero lo siguiente que pasa es que el pavo real se acerca, deja de dar la espalda y camina hacia la puerta, entra un poco al salón, observa y hacemos contacto visual por un tiempo prolongado. Todos en el salón quedamos atónitos, en silencio, presenciando ese momento. La coach que me había dicho anteriormente que yo era como el pavo real me dijo: Ana, acércate, está haciendo contacto contigo. Yo me acerqué un poco y no procesaba nada a nivel mental, sentí mi corazón a mil y como si fuéramos solo uno.
Desde esta experiencia, reafirmé el poder del coaching. Si estás buscando que te respondan qué hacer con tu vida o solucionen tus dificultades, ni esta disciplina, ni la psicología, ni cualquier camino espiritual lo harán, porque sólo tú eres responsable de tu vida y en ti está el poder para hallar tus respuestas y actuar en coherencia con lo que pide tu ser para sentir equilibrio y bienestar. Que la herramienta que elijas sea sólo un apoyo pero nunca olvides escuchar la voz más importante, la tuya.
Así que el coaching es, como decía mi primera coach, una conexión de corazón a corazón. Para mí es un camino de sanación, basado en una disciplina con bases y competencias que le dan una estructura sólida y de confianza, pero que más allá en su esencia más pura, busca acompañarte a que descubras que tú eres tu mayor y más fiel acompañante y que en ti está el poder de crear tu realidad, en ti está tu esencia esperando a ser despertada para que te respondas con total honestidad quién eres, qué quieres ser y qué harás para que haya una coherencia en tí que genere paz y equilibrio en tu vida.