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Llevaba un tiempo preguntándome ¿Qué pasa frente a mi imagen? Qué pasa cuando me miro frente a un espejo y luego de quitarme la ropa paso a quitarme la otra ropa, la de la vista gorda? La de me veo pero no me veo? ¿Cómo estoy tratando el cuerpo que me habita?
Si… la de la fotografía soy yo, sin filtros, sin maquillaje, sin el cabello peinado, con las marcas en mi piel, mis cejas desordenadas, mis pestañas tímidas, mis labios secos… si te acercas tal vez puedas leer lo que hay escrito en ellos. Esa soy yo, con mis asimetrías, con mis luces y mis sombras, con los lunares saltones que forman una que otra constelación, con mis ojeras y mis muecas, con mis sonrisas escondidas, sonrisas que se escapan, sonrisas en miradas y miradas de sonrisas, miradas que te hablan, que cantan y que danzan al ritmo del sentir. Ese es mi cuerpo, mi vehículo para expresarme, mis piernas para caminar, correr, bailar y acercarme a mis sueños, mis brazos a través de los cuales tomo, pido, doy y suelto, mi mente para decidir y actuar, mi corazón que late fuerte y seguro y mi energía dispuesta para manifestar y cumplir los deseos de ese corazón… definitivamente esa soy yo, soy yo estando, soy yo siendo en el compartir conmigo de mi propia esencia.
Esa soy yo, la que comprendió que la mayor crítica venía de sí misma, de nadie más, la que sintió que no hay otro camino más que el reconocerse como un ser vulnerable, teniendo el coraje de aceptarse en totalidad, de aceptar que es humana, perfectamente imperfecta, y que eso que ha juzgado como imperfección es lo que la ha llevado a mirarse desde la humildad y la compasión para aprender y transformarse.
Sentir nuestro cuerpo y reconocerlo, poder expresar todo el universo que nos habita, porque realmente es un universo vasto y majestuoso, es magia pura. Un milagro llevamos con nosotros en la infinitud de cada expresión de nuestro ser y ese milagro merece no ser desperdiciado, que sea una elección de todos los días seguir sintiéndonos enamorados de sentirnos la vida a través de cada poro de nuestra piel, a través de cada célula, a través de cada aliento, a través de la sangre recorriendo las venas, del corazón agitado, de la lágrima que merece ser derramada y la que no también, de la pelada de dientes con ganas en una sonrisa, de la rabia porque sí y porque no, de los casi infartos de sustos, de las cagadas de la risa, de la mordida de labios, la nariz arrugada, la respiración agitada, de la voz entrecortada, de la quietud externa y el frenesí interior, para permitirnos estar vivos pero, sobre todo, para recordar que es que somos la vida misma y merecemos sentirla sin reservas ni filtros.
Revelo quien soy, el paquete completo, cuerpo, corazón y alma, con miedos a bordo, locuras y contradicciones, descubrimientos y metidas de pata, no puedo’s y a qué sí?… porque sencillamente esa soy yo, una mujer más, un ser humano más, como las demás, como los demás, transitando su propio camino y responsable de su propia vida, que anda aprendiendo a acompañarse a sí misma porque sólo desde allí, en total presencia, es que puede ser y estar para el otro.